Archivo diario: 17/12/2010

Una industria en horas bajas

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Como cualquier otra, la industria periodística precisa de un tratamiento de las materias que recibe para conseguir un buen producto final. Jerarquizar las ideas como el obrero metalúrgico pule un mineral u ofrecer un contexto igual que uno textil cose unos bolsillos.

Las agencias de prensa y gabinetes de comunicación -cada vez más numerosos- juegan el papel de proveedores de información  y, desgraciadamente, en demasiadas ocasiones, el periodista no es más que una simple correa de transmisión. O dicho de otra forma, cada vez se hace menos Periodismo.

Fernando Ramón durante su comparecencia en la UMH

Fernando Ramón, redactor jefe de la edición de Elche del diario Información, integrante del grupo mediático Prensa Ibérica, considera fundamental la participación del periodista en esa cadena de trabajo. Armados con herramientas como la cercanía, el rigor y la independencia, en este periódico se sigue apostando por el modus operandi clásico, aprovechando las facilidades que ofrecen los avances tecnológicos pero sin someterse a ellos.

La labor del periodista es indispensable, y más en un medio destinado a un público local.

La realidad como protagonista

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En lo que podría considerarse como una verdadera lección magistral a modo de coloquio sobre Periodismo, el prestigioso corresponsal Alfonso Armada iluminó la Universidad Miguel Hernández de Elche con su confianza en el buen Periodismo y la crítica a las malas artes de algunos pseudocreadores de información.

Actualmente se encuentra inmerso en un proyecto de revista online nutrida de reportajes de investigación y abanderada por el periodismo de calidad: Fronterad, al más puro estilo The New Yorker.

Humilde, sereno y derrochando amor por su profesión cada vez que hilvanaba una frase, el escritor, poeta y corresponsal vigués –tarea que desempeña actualmente en ABC y tiempo atrás en El País-, en un acto meritorio de ser admirado, no emulo a Umbral y tuvo a bien apartar la presentación de su último libro ‘Diccionario de Nueva York’ en su escala de temas a tratar para hablar del cuarto poder.

Armada –apellido en el que reside una coincidencia bárbara- ha cubierto un gran número de conflictos bélicos en Bosnia, New York y el continente africano. A miles de kilómetros de aquí, ocurren cosas y la labor de los corresponsales como él es contarlas, mostrarlo al mundo. “La palabra escrita puede cambiar la realidad”, clamaba el periodista para resumir la obligación de la profesión: ser fiel a la verdad, sin caer en versiones oficiales ni intereses políticos: “en el ámbito de la vida pública también es importante buscar arreglos por vías no oficiales”. Armada aboga por distanciarse de los gobiernos y acercarse a la población: por la independencia del informador ante el poder. Y todo sin que el nombre del periodista goce de más importancia que lo que se cuenta. “Algo va mal” cuando esto sucede, asegura Armada. Porque este poder –el cuarto, en concreto-, también se sube a la cabeza.

El Fabulador

A la izquierda Stepen el original, a la derecha el actor que lo interpretó.PR8171210/FCO.JAVIER PERIS

Stephen Glass era un periodista con un futuro prometedor, un tipo que al parecer estaba destinado a informar sobre los acontecimientos y en principio lo hacía como nadie. Con una ortografía brillante y un  don a la hora de escribir artículos, este joven nacido en Chicago, trabajó  tres años en la revista estadounidense “The New Republic”.

Durante  todo ese tiempo el bueno de Stepen publico 41 artículos.  Nadie en la redacción  dudaba de la veracidad de sus articulos, todo el mundo alababa sus cualidades como narrador de historias hasta el punto en el que el propietario de la revista, Martin Peretz admitió que su esposa le había dicho que encontraba las historias de Glass tan increíbles que había dejado de leerlas.El chico era tan bueno contando historias que de sus 41 publicaciones, 27 fueron inventadas.

Poco después de la publicación de “Hack heaven” el que sería su último artículo en TNR, un reportero de Forbes.com llamado Adam Penenberg, descubrió la gran mentira de Stepen y lo desmantelo ante el mundo. Quedando el chico como un simple fabulador, perdió su trabajo de redactor en la revista “The New republic” y en otras en las cuales participaba como colaborador.

Lejos de acabar con su carrera, Stepen Glass volvió a reinventarse. Se licencio en derecho  por la Universidad de Georgetown. En 2003, volvió a sorprender al aparecer  en televisión promocionando su “novela biográfica” El Fabulador. Con esta novela Stepen batió records de venta, llegando a ser best seller. Este tipo de caso en el que al cuentacuentos  se le acaba pillando no es el único, otros como Janet Cooke o Jayson Blair, también lo intentaron